miércoles, noviembre 09, 2005

Azul cielo

Mi casa era de un hermosos azul cielo, tan azul cielo que la gente muchas veces se chocaba con la casa pensando que era un pedazo de cielo que había perdido su rumbo y que se había quedado cerca del suelo. A mi me encantaba ver como la gente se chocaba, era tan divertido. Pero un día las cosas se complicaron porque un helicoptero chocó contra uno de los ventanales y destrozó mi casa. Lo peor es que el dueño del helicoptero me demandó por tener mi casa pintada igual que el cielo pero encima ¡le dieron la razón! Tuve que pagar mucha plata y con lo quem e había quedado arreglé un poco la casa. Ahora los que se reían eran los que pasaban cerca ya que la casa estaba tan detrozada que nadie se podía confundir. Pasaron diez años de eso y cada vez que miro mi casa desde afuera veo que nada tiene que ver con ese color azul cielo, no entiendo que es lo que pasó ese día, ¿seré que me estoy volviendo loco o sera que me estoy quedando ciego? Según dijeron varios testigos yo no pude notar la diferencia del color de mi casa y la del cielo porque no veo y eso es mentira porque yo veo perfecto. Además me dijeron que si quiero volver a pintar alguna vez mi casa tengo que usar anteojos pero yo nunca voy a usarlos, no les pienso dar el gusto a estos vecinos de mierda que tengo. Para colmo apelé y apelé en contra de esa sanción que me impusieron sobre no poder pintar mi casa por veinte años y todavía no me dan la razón, tendré que esperar otros diez años mas. ¡Que ganas de volver a pintar mi casa! Además el cielo está tan lindo, ya no es como hace diez años, no, ahora tiene un color gris pálido que no cambia desde algún tiempo, es hermosos, pareciera ser un huracán constante, ¡que fuerza, que poder tiene esta imágen! ¡Que ganas de pintar mi casa igual que a este cielo poderoso!
Aun no, todavía no, tendré que esperar diez años pero cuando este tiempo transcurra yo voy a volver a pintar mi casa y va a ser la mas linda del barrio, ya van a ver esos envidiosos que se reían de mi. Bueno, pero primero lo primero, voy a pedir un turno con el oculista.

Sintiendo Colonia

Ayer estaba volviendo a mi casa luego de haber tenido un día bastante cansador con el laburo. Eso hacía todos los días, pero ayer especialmente se me cruzó por la cabeza no volver, escapar de mi mujer, de mis hijos, de este laburo sin futuro, de toda la realidad que me rodeaba y me encerraba en un callejón sin salida ni futuro. Empecé a buscar una excusa para escapar de todo por lo que empecé a correr hacia el río y me senté en la orilla. Comenzó a surgirme la loca idea de que podía esperar a que hubiera una sudestada, una inundación mágica que ocupara cada rincón de la ciudad. Ya me podía imaginar como el agua me llevaba a un lugar diferente, a un lugar donde nunca había estado, un lugar como Uruguay. Ya podía sentir como el suelo arenoso de Colonia me masajeaba la espalda, como el viento me acariciaba el rostro y como el agua se colaba entre mis poros. Si, ya podía sentir todo esto, en especial los bikinis: me podía imaginar como bikinis y bikinis desfilaban delante mío sin cansancio. Aaahhh, ¡esto sí que era vida! Pero de repente volví a la realidad, y la impotencia que sentía era monstruosa por lo que decidí sacarme los zapatos y las medias para meter mis pies en el río y hacer un poco mas real mi sueño. Tarde me di cuenta que ese fue el peor error que podía haber cometido, porque el río estaba helado. No puedo explicar el frío que se caló entre mis huesos, y eso que fueron pocos segundos. Saqué rápidamente mis pies del agua, me los sequé y me puse nuevamente las medias y los zapatos. Me quedé un rato mas mirando el agua con cierta melancolía: una tormenta de nieve se había apoderado de Colonia, la había congelado... como a mi corazón. Definitivamente la huida se tenía que postergar hasta por lo menos el verano. Lentamente me puse de pie y me fui caminando a casa con cierta dificultad a causa del dolor que sentía en los pies por el frío del agua.