Diluvio I
- No se puede –dijo el ángel con mas miedo que autoridad-.
- ¿Me vas a decir a mí que se puede y que no se puede hacer?
- No Señor, pero, creí que había dicho que nosotros íbamos a ser los únicos que-
- Se lo que dije –lo interrumpió- pero no puedo dejarlos solos. Adán y Eva perdieron el rumbo pero ellos son mejores.
- Son de la misma sangre que ellos. ¿Por qué habrían de serlo?
- Sus vidas, son diferentes.
- Pero son muchos, como va a lograr...donde van a vivir? Acá? –dijo el Angel con cierta ironía-.
- No, a las cuevas no. –respondió el Señor con firmeza- Sobre la superficie. Que se multipliquen donde Adán y Eva no pudieron.
El rostro del Angel cambió notoriamente pero trató de disimularla. Se produjo un silencio. El angel estaba a punto de decir algo pero no lo hizo.
- ¿Y como va a elegir a esos algunos?
- El agua. Voy a hacer que corra de arriba hacia abajo.
- ¿Cómo? –preguntó el Angel sin entender demasiado-.
- Lluvia, ese es su nombre, las nubes dejarán caer agua hacia la tierra y el mundo se hundirá. Solo los que escuchen mi voz podrán salvarse.
- Pero Señor, nadie se salvará.
- Si. Algunos lo lograrán.
El ángel miraba con recelo al Señor. Había sido el único al principio de los tiempos. El primer hombre. Perfecto. Luego, con la llegada de Adán y Eva, quedó relegado en la consideración del Señor. Él estaba orgulloso de su nueva obra y seguía muy de cerca a su nueva creación. El ángel sabía de su existencia pero ellos no de la suya. Desde las cuevas el ángel fue el gran testigo de la ira del Señor previo a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. El ángel lo tomó con mucha naturalidad, no esperaba menos de dos seres imperfectos y débiles como ellos, pensaba que no demostraban la grandeza del Señor. Esto lo tenía molesto, pero nunca le dijo nada al Señor.
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