lunes, julio 30, 2012

Nada que hacer

El sol se iba y yo estaba ahí sentado. Miraba como se escondía y aun cuando se fue no desvié la mirada de donde se había escondido. Es que no podía mirarla. Ella estaba en silencio y no me animaba a hablar. Siempre son difíciles esas situaciones en las que uno no sabe que decir. Así que me quedé ahí sentado. En un momento se levantó y se dirigió hacia el auto y entró del lado del acompañante. Yo no me animaba a darme vuelta así que me quedé inmóvil mirando hacia el mismo punto donde antes estaba el sol. No se escuchaba ni un solo ruido por lo que podía suponer que ella tampoco se estaba moviendo. Eramos dos personas paralizadas por una situación sobre la cual no había retorno. No nos dabamos cuenta pero estabamos extendiendo algo innecesario. Era como seguir mirando hacia el horizonte. ¿Para qué hacerlo si el sol ya se había escondido? No había nada mas que ver. Yo seguía sentado con mis piernas cruzadas y con mis brazos sobre sosteniendo mi cabeza cuando escuché que prendía el auto. Por un momento me asusté, pensé que se iba a ir pero no quise darme vuelta, no quería ver eso si era lo que ocurría, así que me mantuve inmóvil, en la misma posición. En ese momento empecé a escuchar la radio, ¡solo quería escuchar música! Pero no dejaba de cambiar de radio hasta que se quedó con una. Sonaba un tema de Metallica, bien pesado. Estuvo así durante un rato largo, ambos escuchábamos el tema hasta que ella empezó a gritar desesperadamente. No sabía que hacer pero, ¿qué podía hacer? No había nada que hacer. Los minutos fueron pasando y mi amargura se hacía cada vez mas angustiosa. Hasta que empecé a llorar en silencio. Traté de no moverme mucho, no fuera cosa que ella se percatara de lo que pasaba. Es difícil actuar cuando uno hizo todo lo posible, cuando ya cree que dijo y no dijo, hizo y no hizo todo lo que se podía hacer y no hacer, decir y no decir y uno ya no tiene respuestas, simplemente no sabe que hacer. Así que hice lo que no había probado antes: nada. Luego de un rato ella apagó la música, se bajó del auto y se acercó. -Erni, me voy. Me di vuelta y vi como estaba a una gran distancia del auto y de mi. La oscuridad era cada vez mayor por lo que no era mas que veía mas que una sombra. Dio media vuelta y empezó a caminar. -¿No querés que te lleve? -me salió decirle sin razón alguna-. Ella se me acercó, me dio un beso en el cachete y ahí la pude ver mejor, había estado llorando. -Si te hubieras dado vuelta... Ojalá pudiera decir que se me cruzó por la cabeza el reproche de por qué no me había dado vuelta para verla, tal vez ahí la hubiera visto llorar, me hubiera acercado y...pero no, no se me cruzó ese pensamiento, tenía mi mente en blanco. Solo vi como se alejaba del auto y de mi.

miércoles, julio 25, 2012

Diluvio III, el angel del Señor

Las cuevas estaban cubiertas de polvo y en plena oscuridad, excepto por un pequeño haz de luz proveniente de la superficie. El Angel del Señor salió de entre las sombras y se acercó hasta ese pequeño rayo con dificultad. Al principio no parecía mas que un hombre cansado pero a los pocos segundos la luz le empezó a recorrer todo su cuerpo haciendo que el lugar se iluminara. El Angel se estremeció y cayó al suelo. Se sentó sobre una piedra y esperó. Su rostro estaba con mas vida que antes. El ruido de la lluvia continuaba. ¡50 años sin parar! pensó el Angel. Se puso de pie y a medida que avanza su cuerpo destellaba con mas fuerza iluminando todo el lugar. A medida que avanzaba se veían dibujos hermosos sobre las paredes. Hombres alados y brillantes se encontraban por todos lados. En un momento el Angel se detuvo frente a un dibujo enorme que parecía ser él mismo con una frase al lado que decía "primer hombre". El Angel tocó la imagen. De repente, un sonido hizo retumbar toda la cueva. El ángel se quedó quieto. Concentrado, tratando de escuchar. Rudios de madera estrujandose, gente hablando, ¡gente! -Llegaron -dijo el Angel para sí-. No se como lo hicieron pero llegaron. El ángel creyó que nunca llegarían, no les tenía fe. Pero agradeció su llegada ya que creía que de este modo la lluvia cesaría. El sol, su alimento esencial, se había escondido por mucho tiempo y él apenas había podido sobrevivir. Pero ahora que los hombres estaban allí la lluvia no había cesado, sí amainado pero no era suficiente para él. Pensó en el Señor y lo llamó injusto. Injusto por priorizar a los nuevos hombres, injusto por haber inventado la lluvia. El Angel quería terminar con su sufrimiento y creía que lo lograría si todos los hombres que venían en el Arca morían. Antes del diluvio, el Angel del Señor vivía en estas tierras solo, fue un regalo que le dio su creador. Y este lo disfrutó. Logró crear vida a su alrededor e hizo que las plantas y los animales lo amaran. Era como un segundo paraíso. Pero Dios mandó el diluvio y todo eso se perdió, sus amigos, el verde de los montes y la tierra se ahogó. El Angel lo sintió como una venganza del Señor por haber hecho un lugar digno para vivir. Y lo peor de todo es que se lo quiso dar a los hombres, así sin más, sin preguntarle a él. Uno sabe que los designios de Dios son misteriosos pero a veces también son incomprensibles y no tiene por qué aceptarlos. Así que el Angel esperó y esperó, casi sin fuerzas. Apenas llegaran ya sabría qué hacer. Como podía comunicarse con los animales, logró que estos dejaran a los hombres. Había logrado aprovechar al máximo su poder con lo que, los días de lluvia, ahorraba energía. Y las tierras listas para ser fecundadas habían sido totalmente duras e imposibles de usar para el cultivo. Ahora, con la llegada de los hombres y su espíritu fortalecido, sabía por qué el Señor le había dado su tierra a los hombres: quería desterrarlo a él también, por celos, así como había hecho con Adán y Eva. Con poca luz su poder era frágil, pero ahora estaba mejor y cada vez estaría mas fuerte y sabrías con mayor claridad que su poder no tiene límites y que el Señor le tiene miedo. En parte había logrado su cometido, ya solo quedaba un hombre en su paraíso. Terminaría con él y luego iría en busca de Dios.

martes, agosto 09, 2011

Tertulias

Las tertulias eran las de antes, uno se pasaba horas mirando hacia la nada, sentado junto a la chimenea mientras el gato ronroneaba. La mirada de una hermosa mujer se cruzaba con la de uno y ya no habia que decir nada. Uno movía la cabeza, la otra persona hacía lo mismo y luego, con solo extender el dedo meñique, la mujer se paraba e iba al centro de la pista, uno se le acercaba y se bailbaba hasta el amanecer. No era necesario drogas ni alcohol- tal vez alcohol sì, pero no mucho, no como ahora. Hoy en dìa la gente sale a las 5 de la mañana, borrachos y si se intentan acercar a una chica le vomitan la cara para hacerle saber que les gusta. Lo peor es que la mujer solía enojarse ante este acto pero el otro día fui testigo de un hecho que me marcó: yo vivo a dos casas de un boliche muy famoso llamado "Aguacate", resulta que había salido a pasear a mi perro Hamburgo a eso de las 6 de la mañana y en la puerta del boliche se encontraba un chico y una chica de no más de 14 años. Estaba chapando a mas no poder, cuando el chico se separa repentinamente de la chica, arquea el cuerpo y de su boca sale una gran cantidad de vomito. La chica no se alarma, lo espera. El mira su vómito y dice riendo: "ahí está el pedazo de torta de la mañana". Ella lo mira y para mi estupor ¡le sonríe! Se acerca y vuelven al chape.
En las tertulias de antes nos manejabamos de otro modo. Me podrán decir anticuado, mala onda, pero los chicos de hoy se manejan mal, mal mal. Ojalá volvieran las tertulias, momentos de cambalaches y milongas, momentos de luz blanca o amarilla, nada de colorcitos. Eran lugares donde el que se llevaba la mas linda era el mas caballero, el que tenía honor. Se que algun día volverán, sino, querrá decir que no hemos aprendido anda de nuestros mayores, estaremos negando parte de nuestra vida. ¡Cantidad de vidas que han sido concebidas en las tertulias!
Tertulias de hoy,
tertulias de mañana,
no me dejen,
no se vayan.
Si me abandonaran,
terminen conmigo,
ya no habrá sentido,
terminen conmigo.

jueves, abril 22, 2010

Dios

No se qué o quién es Dios, solo se que es mas fuerte que mamá y papá juntos.

miércoles, abril 21, 2010

Regalos


Los regalos están sobre la mesa. Siempre que en un cumpleaños hay regalos están sobre la mesa. De ese modo no se sabe de quién es cuál y se puede disfrutar de todos los regalos. Uno sospecha de quién puede ser cada uno pero lo importante es que los haya. Aun cuando el que los puso ahí es uno mismo.

Gatriel está sentado frente a la puerta de su casa. Mira la puerta como si ésta tuviera poderes hipnóticos. Los globos, las guirnaldas están todo a su alrededor. La música, en un tono suave, busca tener su lugar. Los regalos, sobre la mesa. ¡No falta nada! Bueno, un poco de gente no vendría nada mal. De repente suena el timbre. La cara de preocupación de Gatriel se transforma en alegría pura. Gatriel abre la puerta lo mas rapido que puede. Se sorprende al ver lo que ve: dos hombres vestidos de policías.

- Disculpe las molestias Sr. -dice uno de los policías- pero venimos a confiscar los regalos.
- ¿Por qué? -contesta Gatriel confundido-.
- ¿Estos regalos de quién son?
- Mios
- ¿y quién se los regaló? Acá no veo a nadie.
- Bueno, es que mi mamá me dijo que los habían traído y que después iban a volver. Eso fue hace dos semanas... pero mi mamá no me dijo cuando iban a volver y es de muy mal gusto abrir los regalos sin que los amigos estén presentes.
- Dos semanas fue lo que nosotros estuvimos para descubrir este fraude. El ministerio de Desarrollo Social no permite este tipo de acciones.

Los policías se llevan los regalos.

- ¡No, por favor! -grita Gatriel- Los regalos no. ¡Llevenme a mi!
- Bueno, si es lo que desea...

Los dos hombres lo toman y se lo llevan.

La luz es tenue. La celda tiene todo lo necesario para vivir. Gatriel no la pasa mal. El único problema es que la comparte con alguien mas.

- ¿Y hoy, que soñaste? -pregunta Ponzo emocionado. Su cara no intenta esconder la excitación.
- Lo mismo que ayer y que el otro día y el otro -contesta Gatriel cansado-.
- Si pero, ¿esta vez que regalos había sobre la mesa? ¿La casa era la misma de siempre? ¿los policías aparecieron?
- ¡Basta Ponzo! El sueño fue exactamente el mismo que siempre. La casa de siempre, los regalos de siempre y los policías de siempre. Nada cambió.

Ponzo lo mira con mala cara. No le dice nada pero su actitud habla. Se acuesta en su cama dandole la espalda a Gatriel. Este se queda pensativo, sentado a la mesa de plástico donde come todos los días. Tiene la mirada perdida.

-El silencio de siempre...la soledad de siempre.

Gatriel habla para sí. Sin darse cuenta empieza a tararear la canción de su sueño, de su fiesta de cumpleaños. Sonríe. Se acuesta en su cama con una sonrisa. No recuerda la última vez que lo hizo. Es que nunca tuvo tiempo. Desde que entró a la cárcel lo único que hizo fue preguntarse. ¿Seguirán los regalos en su lugar? ¿Esterán esperándolo para ser abiertos por él? ¿Quién los puso ahí? Muchas preguntas y pocas respuestas.
Esa misma noche Ponzo va a morir. El no lo sabe pero su bazo va a explotar sin razón alguna. Algun pedazo de comida en mal estado, tal vez. También en esa noche Gatriel va a soñar que está en su casa de siempre y con los regalos de siempre pero esta vez, al abrir la puerta, no vera a los policías sino a una gran cantidad de personas sin rostros que bailarán y se divertirán en su fiesta. Ponzo aparecerá en su sueño y le dirá que ninguno de sus invitados tiene rostro. Gatriel lo mirará y le dirá que eso no importa, que la sala está llena y que hay que divertise. Después de este hermoso sueño Gatriel se despertará con el bastón de un policía pegando sobre los barrotes de su celda llamando a Ponzo, diciendo que llegó un regalo para él. Verá que Ponzo está muerto y se lo llevará.
El regalo de Ponzo quedará en el suelo, sin dueño y nadie que lo abra. ¿Qué tendrá en su interior? ¿Será realmente para Ponzo o tal vez se equivocaron y es para él? Ya nada importará. Gatriel se quedará en su celda sin moverse.
Solo.
Otra vez.

viernes, noviembre 20, 2009

Diluvio IV, la lucha

Diluvio visitó la tumba de Gretel todos los días durante treinta años. Se hizo todo un hombre y un gran cazador pero su mirada melancólica nunca la perdió, su desdicha fue creciendo con el tiempo.
Una tarde su atormentado corazón se calmó. Fue en tiempo de Adivenisis. Los astros se veían a pleno atardecer y la música de los pájaros se escuchaba mas dulce que nunca. Diluvio estaba junto a la tumba de Gretel, en silencio, como siempre. De repente, un viento del oeste golpeó su pecho de un modo que le llegó al corazón y una calma lo llenó. Fue como si Gretel le hablara y le dijera que no se sintiera culpable por el incidente. Que si bien vivió solo 120 años lo importante no es el tiempo que se vive sino el cómo. Justo cuando terminó de escuchar estas palabras se iluminó todo el lugar y Diluvio cerró los ojos. Sintió una caricia sobre el rostro y cuando abrió los ojos ya no había nada. En ese momento decidió emprender un nuevo camino, se dio cuenta que había perdido su tiempo lamentándose y eso tenía que cambiar. Se arrodilló sobre la tumba de Gretel, la besó y se incorporó. Desarmó su carpa. Tal vez iría hacia el sur pensó. Estaba por adentrarse en la selva cuando apareció un hombre.

- Hola –le dijo el hombre sonriendo-.
- Hola –dijo Diluvio desconfiado y sorprendido-.

No había visto a un ser humano en treinta años, se había olvidado de cómo hablar.

- Vi tu carpa y decidí acercarme -el hombre lo miraba con intensidad-.
- Si. -dijo Diluvio, se sentía intimado por este hombre pero no sabía por que-.

El hombre le dijo que vivía en una cueva cercana a esos lugares y que nunca había tenido necesidad de salir...hasta ahora. El hombre se mostró amigable y Diluvio se sintió a gusto con él. Todo estaba tranquilo hasta que se escucharon algunos truenos. El cielo se nubló y el rostro del hombre cambió. La lluvia no se hizo esperar y cayó torrencialmente. El hombre miró hacia arriba y extendió su brazo. Su ojos buscaban algo en la lluvia. Su mano atrapó algunas gotas y se la acercó a su cara. La miró y se dio cuenta que lo que parecía ser agua tenía una consistencia diferente y su color era rojizo. Miró a Diluvio.

- Esto es su culpa -dijo el hombre enojado-.
- ¿Qué? -preguntó Diluvio sin enteder nada-.
- Cuando vinieron, vos y los tuyos. Todo esto es su culpa.

El hombre se le acercó y lo golpeó. Diluvio no entendía nada, trató de defenderse como podía. El hombre era mas rápido que él y lo estaba venciendo. La lluvia caía con mayor intensidad y el lugar se llenó de charcos. En un momento Diluvio dejó de resistirse, se dio cuenta que ahora estaba en paz y no quería perder eso. El hombre lo siguió golpeando. Diluvio caía y se volvía a levantar para caer nuevamente en cada charco rojo. Diluvio cayó una vez mas pero no se levantó. El hombre, exhausto, le exigió que se incorporara. Diluvio no le hizo caso. El hombre lo golpeó con mas fuerza pero Diluvio no se inmutó. Con impotencia el hombre se sentó al lado de Diluvio. Se produjo un silencio largo. El hombre comenzó a llorar. Diluvio lo miró con compasión y lo rodeó con un brazo. Su cuerpo lastimado apenas lo dejaba moverse.

- Tu nombre, ¿Cómo te llamás? –le preguntó el hombre-.
- Diluvio -respondió respirando agitadamente-.
- De ahora en adelante ya no te vas a llamar Diluvio, sino Penuel, porque luchaste con Dios y con los hombres y venciste.

Penuel se lo quedó mirando.

- Y vos, ¿cómo te llamás? –preguntó Penuel con curiosidad-.
- ¿Por qué me preguntás eso?

Penuel no supo que responder y calló. Su mirada se perdió en la tierra rojiza. Cuando volvió a mirar a su costado el hombre ya no estaba. Penuel miró al cielo, sonrió y abrió los brazos. La lluvia ensangrentada poco a poco se fue haciendo cada vez mas transparente hasta convertise en agua. Diluvio abrió la boca y sintió como el agua que entraba en su cuerpo le daba vida nueva. Agradeció al Señor, tomó sus cosas y se dirigió hacia el sur, camino a las montañas cristalinas.

miércoles, septiembre 23, 2009

Historias de Tribunales

El hombre se acerca a la puerta. Está a punto de salir. Una gota de sudor le camina por la frente.

- Cesar - dice una voz dulce de mujer.- no te pague todavía.
- Ah -Cesar se da vuelta con dificultad, suspira- son 88 pesos Dra. Obarrios

La oficina de la jueza tiene todas las comodidades. Cesar le lleva libros de cocina hace mas de tres años pero nunca le faltó el respeto o le hablo mal, nunca. El siempre la trató bien. Pero Cesar solo es eso, un vendedor ambulante de libros de cocina, busca a sus victimas observandolos durante meses, escuchando sus conversaciones para ver si comentan algo sobre la cocina, si les gusta , etc. Así la consiguió a la Dra. como compradora corriente. El problema de los vendedores ambulantes es que no siempre consiguen vender libros y a veces necesitan usar diferentes artimañas para vender mas a un mismo comprador.

La Dra. Obarrios se queda sentada en su sillón que da la ventana. Desde allí se ve Lavalle. La mujer se agacha, alcanza su cartera y saca un billete de 100.

Las artimañas pueden ser de lo mas bajas, desde mentir precios hasta agregar un libro en la bolsa de la compradora y cobrarle todos los libros sin que se de cuenta.

Cesar se acerca lentamente hacia la Dra., el recorrido se hace interminable. Extiende su mano y toma el billete.

- No tengo cambio, ¿se lo puedo traer la semana que viene?
- No, mejor la otra semana, cuando vuelvas con nuevos libros.
- Si Dra., como usted diga.

Hay veces no se tiene opción. De todas maneras el problema es de la gente confianzuda porque eso tienta mas a un vendedor. Mujeres como la Dra. Obarrios no se dan cuenta nunca si se les está vendiendo un libro de mas. No les importa. El plan de Cesar era venderle un libro de mas y nunca mas volver porque se daria cuenta de la estafa, tarde o temprano.

Cesar se da vuelta y se acerca a la puerta de entrada. La abre y sale. El palacio de justicia es un lugar enorme. Cesar piensa que por mas que la mujer se diera cuenta ahora de la estafa se perdería entre la gente. Cesar camina con una bolsa grande llena de libros. Camina cada vez mas rapido a medida que se aleja de la oficina de la Dra. Obarrios.

Tal vez volvería dentro de quince días. Total, la mujer no sería capaz de darse cuenta. Tal vez no le importaría y sería una mentira de ambos, serían cómplices.

- ¡Guardias! -gritó la Dra. Obarrios desde la otra punta del edificio- atrapen a ese hombre.
Cesar se da vuelta y sabe que la mujer le está aputando a él. Cinco policías empiezan a correrlo. Cesar, con su bolsa con libros de mil paginas cada uno y su metro noventa, empieza a correr lo mas rapido que puede.

"¡¡pelotudo, pelotudo!! te confiaste demasiado."

Cesar logra salir del edificio. Un policía lo mira a través de la ventana.
- ¡Está llegando a la esquina de Lavalle y Uruguay, vayan por el otro lado! -les dice a través del intercomunicador a sus compañeros.

Cesar sigue corriendo. Llega a la esquina. Camina por Uruguay hasta entra en el subte. Un solo policía logra verlo ir en esa dirección. Lo sigue, entra al subte y Cesar logra subir al tren antes de que se cierren las puertas. La mujer policía choca contra las puertas del subte y ve como se aleja.

"nunca mas. nunca mas."

Cesar respira agitadamente. Se abre paso entre la gente que lo mira y se sienta en el último lugar disponible. Se tranquiliza. Apoya su cabeza sobre el respaldo.

"solo una vez mas, solo una vez mas y ya está".

Diluvio II, el nacimiento

Lluvia y mas lluvia. Hoy no para de llover. En antiguas épocas la lluvia no era mas que un puñado de gotas que caían de una pequeña catarata. Después las nubes revolucionaron el clima con agua que cayendo del cielo. Pero no fue hasta el diluvio universal que no se había visto un día de lluvia con todas las letras. Bah, años y años de lluvia en este caso. Recién después de este diluvio fue que la lluvia se transformó en lo que es ahora. Puede caer agua durante días enteros. Eso la ciudad lo sufre pero el campo lo agradece. Dicen que en la época de Noé, en plena lluvia su mujer dio a luz a un hijo en esa misma embarcación. Noé contaba con 814 años de vida y no podía entender como su mujer podía concebir un hijo cuando el período de gestación debió de durar 200 años ya que ese era el tiempo en el que él y su mujer no tenían relaciones. En esa época no se tenía en cuenta el adulterio así que si Noé lo creeía, así yo lo creo...la cuestion es que este hijo suyo tomó el nombre de Diluvio en honor a esta época gloriosa y espantosa a la vez, donde el Señor demostró todo su poder y misericordia por mas contradictorio que suene. Finalmente la lluvia cesó y la embarcación toco tierra. Todos se bajaron y festejaron. Para entonces Dilvuio tenía 15 años. El problema fue que la tierra a la que llegaron no era de lo mejor para gente grande como Noé y sus hijos. Era un clima frío, había que caminar mucho para llegar al agua y las lluvias ahora cada tanto aparecían haciendo que las viviendas fabricadas no fueron de lo mejor. Uno a uno, todos fueron muriendo. Los animales, que siempre se las rebuscan para subsistir, abandonaron al grupo de personas en busca de mejores lugares para vivir. Así fue como Diluvio se quedó solo. A la ultima persona que enterró fue a Gretel, una muchacha con la que había entablado una gran relación. Solo tenía 120 años y estaba en buena forma. Con Diluvo solían salir a correr apenas amanecía. Un día hicieron una carrera como todos los días pero ella cayó en un pozo y murió ahogada. Diluvio no dudó en saltar dentro del pozo pero para cuando la encontró ya estaba muerta. Le hizo un entierro y lloró como nunca lo había hecho. Sus lágrimas eran constantes. Ese día el sol se escondió antes de lo normal, como si no le gustara lo que veía.