Historias de Tribunales
El hombre se acerca a la puerta. Está a punto de salir. Una gota de sudor le camina por la frente.
- Cesar - dice una voz dulce de mujer.- no te pague todavía.
- Ah -Cesar se da vuelta con dificultad, suspira- son 88 pesos Dra. Obarrios
La oficina de la jueza tiene todas las comodidades. Cesar le lleva libros de cocina hace mas de tres años pero nunca le faltó el respeto o le hablo mal, nunca. El siempre la trató bien. Pero Cesar solo es eso, un vendedor ambulante de libros de cocina, busca a sus victimas observandolos durante meses, escuchando sus conversaciones para ver si comentan algo sobre la cocina, si les gusta , etc. Así la consiguió a la Dra. como compradora corriente. El problema de los vendedores ambulantes es que no siempre consiguen vender libros y a veces necesitan usar diferentes artimañas para vender mas a un mismo comprador.
La Dra. Obarrios se queda sentada en su sillón que da la ventana. Desde allí se ve Lavalle. La mujer se agacha, alcanza su cartera y saca un billete de 100.
Las artimañas pueden ser de lo mas bajas, desde mentir precios hasta agregar un libro en la bolsa de la compradora y cobrarle todos los libros sin que se de cuenta.
Cesar se acerca lentamente hacia la Dra., el recorrido se hace interminable. Extiende su mano y toma el billete.
- No tengo cambio, ¿se lo puedo traer la semana que viene?
- No, mejor la otra semana, cuando vuelvas con nuevos libros.
- Si Dra., como usted diga.
Hay veces no se tiene opción. De todas maneras el problema es de la gente confianzuda porque eso tienta mas a un vendedor. Mujeres como la Dra. Obarrios no se dan cuenta nunca si se les está vendiendo un libro de mas. No les importa. El plan de Cesar era venderle un libro de mas y nunca mas volver porque se daria cuenta de la estafa, tarde o temprano.
Cesar se da vuelta y se acerca a la puerta de entrada. La abre y sale. El palacio de justicia es un lugar enorme. Cesar piensa que por mas que la mujer se diera cuenta ahora de la estafa se perdería entre la gente. Cesar camina con una bolsa grande llena de libros. Camina cada vez mas rapido a medida que se aleja de la oficina de la Dra. Obarrios.
Tal vez volvería dentro de quince días. Total, la mujer no sería capaz de darse cuenta. Tal vez no le importaría y sería una mentira de ambos, serían cómplices.
- ¡Guardias! -gritó la Dra. Obarrios desde la otra punta del edificio- atrapen a ese hombre.
Cesar se da vuelta y sabe que la mujer le está aputando a él. Cinco policías empiezan a correrlo. Cesar, con su bolsa con libros de mil paginas cada uno y su metro noventa, empieza a correr lo mas rapido que puede.
"¡¡pelotudo, pelotudo!! te confiaste demasiado."
Cesar logra salir del edificio. Un policía lo mira a través de la ventana.
- ¡Está llegando a la esquina de Lavalle y Uruguay, vayan por el otro lado! -les dice a través del intercomunicador a sus compañeros.
Cesar sigue corriendo. Llega a la esquina. Camina por Uruguay hasta entra en el subte. Un solo policía logra verlo ir en esa dirección. Lo sigue, entra al subte y Cesar logra subir al tren antes de que se cierren las puertas. La mujer policía choca contra las puertas del subte y ve como se aleja.
"nunca mas. nunca mas."
Cesar respira agitadamente. Se abre paso entre la gente que lo mira y se sienta en el último lugar disponible. Se tranquiliza. Apoya su cabeza sobre el respaldo.
"solo una vez mas, solo una vez mas y ya está".
- Cesar - dice una voz dulce de mujer.- no te pague todavía.
- Ah -Cesar se da vuelta con dificultad, suspira- son 88 pesos Dra. Obarrios
La oficina de la jueza tiene todas las comodidades. Cesar le lleva libros de cocina hace mas de tres años pero nunca le faltó el respeto o le hablo mal, nunca. El siempre la trató bien. Pero Cesar solo es eso, un vendedor ambulante de libros de cocina, busca a sus victimas observandolos durante meses, escuchando sus conversaciones para ver si comentan algo sobre la cocina, si les gusta , etc. Así la consiguió a la Dra. como compradora corriente. El problema de los vendedores ambulantes es que no siempre consiguen vender libros y a veces necesitan usar diferentes artimañas para vender mas a un mismo comprador.
La Dra. Obarrios se queda sentada en su sillón que da la ventana. Desde allí se ve Lavalle. La mujer se agacha, alcanza su cartera y saca un billete de 100.
Las artimañas pueden ser de lo mas bajas, desde mentir precios hasta agregar un libro en la bolsa de la compradora y cobrarle todos los libros sin que se de cuenta.
Cesar se acerca lentamente hacia la Dra., el recorrido se hace interminable. Extiende su mano y toma el billete.
- No tengo cambio, ¿se lo puedo traer la semana que viene?
- No, mejor la otra semana, cuando vuelvas con nuevos libros.
- Si Dra., como usted diga.
Hay veces no se tiene opción. De todas maneras el problema es de la gente confianzuda porque eso tienta mas a un vendedor. Mujeres como la Dra. Obarrios no se dan cuenta nunca si se les está vendiendo un libro de mas. No les importa. El plan de Cesar era venderle un libro de mas y nunca mas volver porque se daria cuenta de la estafa, tarde o temprano.
Cesar se da vuelta y se acerca a la puerta de entrada. La abre y sale. El palacio de justicia es un lugar enorme. Cesar piensa que por mas que la mujer se diera cuenta ahora de la estafa se perdería entre la gente. Cesar camina con una bolsa grande llena de libros. Camina cada vez mas rapido a medida que se aleja de la oficina de la Dra. Obarrios.
Tal vez volvería dentro de quince días. Total, la mujer no sería capaz de darse cuenta. Tal vez no le importaría y sería una mentira de ambos, serían cómplices.
- ¡Guardias! -gritó la Dra. Obarrios desde la otra punta del edificio- atrapen a ese hombre.
Cesar se da vuelta y sabe que la mujer le está aputando a él. Cinco policías empiezan a correrlo. Cesar, con su bolsa con libros de mil paginas cada uno y su metro noventa, empieza a correr lo mas rapido que puede.
"¡¡pelotudo, pelotudo!! te confiaste demasiado."
Cesar logra salir del edificio. Un policía lo mira a través de la ventana.
- ¡Está llegando a la esquina de Lavalle y Uruguay, vayan por el otro lado! -les dice a través del intercomunicador a sus compañeros.
Cesar sigue corriendo. Llega a la esquina. Camina por Uruguay hasta entra en el subte. Un solo policía logra verlo ir en esa dirección. Lo sigue, entra al subte y Cesar logra subir al tren antes de que se cierren las puertas. La mujer policía choca contra las puertas del subte y ve como se aleja.
"nunca mas. nunca mas."
Cesar respira agitadamente. Se abre paso entre la gente que lo mira y se sienta en el último lugar disponible. Se tranquiliza. Apoya su cabeza sobre el respaldo.
"solo una vez mas, solo una vez mas y ya está".
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