miércoles, julio 25, 2012

Diluvio III, el angel del Señor

Las cuevas estaban cubiertas de polvo y en plena oscuridad, excepto por un pequeño haz de luz proveniente de la superficie. El Angel del Señor salió de entre las sombras y se acercó hasta ese pequeño rayo con dificultad. Al principio no parecía mas que un hombre cansado pero a los pocos segundos la luz le empezó a recorrer todo su cuerpo haciendo que el lugar se iluminara. El Angel se estremeció y cayó al suelo. Se sentó sobre una piedra y esperó. Su rostro estaba con mas vida que antes. El ruido de la lluvia continuaba. ¡50 años sin parar! pensó el Angel. Se puso de pie y a medida que avanza su cuerpo destellaba con mas fuerza iluminando todo el lugar. A medida que avanzaba se veían dibujos hermosos sobre las paredes. Hombres alados y brillantes se encontraban por todos lados. En un momento el Angel se detuvo frente a un dibujo enorme que parecía ser él mismo con una frase al lado que decía "primer hombre". El Angel tocó la imagen. De repente, un sonido hizo retumbar toda la cueva. El ángel se quedó quieto. Concentrado, tratando de escuchar. Rudios de madera estrujandose, gente hablando, ¡gente! -Llegaron -dijo el Angel para sí-. No se como lo hicieron pero llegaron. El ángel creyó que nunca llegarían, no les tenía fe. Pero agradeció su llegada ya que creía que de este modo la lluvia cesaría. El sol, su alimento esencial, se había escondido por mucho tiempo y él apenas había podido sobrevivir. Pero ahora que los hombres estaban allí la lluvia no había cesado, sí amainado pero no era suficiente para él. Pensó en el Señor y lo llamó injusto. Injusto por priorizar a los nuevos hombres, injusto por haber inventado la lluvia. El Angel quería terminar con su sufrimiento y creía que lo lograría si todos los hombres que venían en el Arca morían. Antes del diluvio, el Angel del Señor vivía en estas tierras solo, fue un regalo que le dio su creador. Y este lo disfrutó. Logró crear vida a su alrededor e hizo que las plantas y los animales lo amaran. Era como un segundo paraíso. Pero Dios mandó el diluvio y todo eso se perdió, sus amigos, el verde de los montes y la tierra se ahogó. El Angel lo sintió como una venganza del Señor por haber hecho un lugar digno para vivir. Y lo peor de todo es que se lo quiso dar a los hombres, así sin más, sin preguntarle a él. Uno sabe que los designios de Dios son misteriosos pero a veces también son incomprensibles y no tiene por qué aceptarlos. Así que el Angel esperó y esperó, casi sin fuerzas. Apenas llegaran ya sabría qué hacer. Como podía comunicarse con los animales, logró que estos dejaran a los hombres. Había logrado aprovechar al máximo su poder con lo que, los días de lluvia, ahorraba energía. Y las tierras listas para ser fecundadas habían sido totalmente duras e imposibles de usar para el cultivo. Ahora, con la llegada de los hombres y su espíritu fortalecido, sabía por qué el Señor le había dado su tierra a los hombres: quería desterrarlo a él también, por celos, así como había hecho con Adán y Eva. Con poca luz su poder era frágil, pero ahora estaba mejor y cada vez estaría mas fuerte y sabrías con mayor claridad que su poder no tiene límites y que el Señor le tiene miedo. En parte había logrado su cometido, ya solo quedaba un hombre en su paraíso. Terminaría con él y luego iría en busca de Dios.

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